Vivimos el Mes de María, un tiempo con raíces y amado por el pueblo de Dios en Chile. En cada comunidad de nuestra diócesis, y en muchas familias, se eleva la voz de los hijos que saludan a la Madre del Señor: «Ven con nosotros a caminar, Santa María, ven». Y este año, en que nuestra Iglesia diocesana cumple 100 años de historia en La Araucanía, valoramos y agradecemos la presencia maternal de quien nos acompaña desde el inicio de nuestra fe: María, la llena de gracia (Lc 1,28).
En ella encontramos consuelo y esperanza. María es la Madre que escucha, que intercede, que nos cobija cuando la vida se hace dura y los caminos inciertos. Como en Caná de Galilea, ella nos dice con sabiduría maternal: «Hagan lo que Él les diga» (Jn 2,5). Nos recuerda que sólo en Cristo encontramos la palabra cierta, de quien es fuente del amor verdadero, de la justicia y la paz.
Pidamos en este mes que la Virgen Santísima ayude a todos los hijos e hijas de nuestra Diócesis San José de Temuco, a ser dóciles a la voz de su Hijo, que sigamos cumpliendo su misión de anunciar el Evangelio, construyendo comunidades de fe y sirviendo con humildad. Que María siga siendo la Estrella que guía nuestro peregrinar por esta tierra de La Araucanía, marcada por la belleza de su gente y también por los desafíos que nos llaman a trabajar por la unidad, la reconciliación y la esperanza.
En estos días en que nuestra patria se prepara para nuevos procesos democráticos, confiamos a la Madre de Dios el futuro de Chile. Que Ella inspire y fortalezca en cada uno el espíritu de discernimiento, respeto y fraternidad que necesitamos. Que el voto que vamos a emitir, más allá de ser un ejercicio democrático, sea un verdadero servicio a Chile, pensando en el bien del presente y futuro de todos, expresión de nuestra pertenencia y de nuestro compromiso con la patria común. María tenía en su corazón a su Pueblo. Que su ejemplo nos anime a sintonizar con los anhelos profundos de verdadera humanidad, y nos mueva a buscar el bien común, mientras construimos un país más justo y solidario.
Que María, Madre del Salvador y Madre nuestra, nos conduzca siempre hacia su Hijo Jesús, camino, verdad y vida. Confiemos en su amor maternal nuestras vidas, nuestras familias, nuestras comunidades y nuestra nación.
“Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1,42).
+ Jorge Concha Cayuqueo, Obispo de la Diócesis San José de Temuco







