Diócesis de Temuco

La codicia que atormenta al mundo actual

El deseo de acumular ilimitadamente bienes materiales tiene una profunda raíz humana, presente en todos los tiempos y siempre ha generado problemas en las relaciones humanas. Con la «parábola del hombre rico» (Lucas, 12, 13 – 21) Jesús trata de este problema, luego que alguien le pide mediar entre él y su hermano que no quiere compartirle la “herencia” que le corresponde. Es un hecho bastante común en nuestra sociedad, pero Jesús va mucho más allá de la simplicidad de un hecho familiar. 

La parábola trata de alguien cuyo sentido de vida es acumular riquezas o bienes para sí, con el fin de asegurar su vida y disfrutar al máximo, olvidándose de que estos deben y pueden ser compartidos, así como disponerlos al servicio de todos. A esta conducta Jesús llama insensatez humana (falta de sentido, necedad), que está a la base de la codicia, la avaricia, el egoísmo, la soberbia, la indiferencia, el desprecio de los demás y que siempre terminan engendrando sentimientos de control y de poder frente a los demás y prescindiendo o rechazando a Dios.

Hoy constatamos penosamente, que esta enseñanza de 2000 años atrás, sigue tan vigente como ayer y no solo porque se da en situaciones entre familiares, sino porque está presente allí donde hay fuentes de acumulación del poder. Por ejemplo, está al origen y sentido de las guerras que asolan a distintos grupos humanos en nuestros días. El principio ha sido y es la insensatez de la avaricia, la codicia, para tener poder y control, dominio, seguridad: tener más, tener lo del otro, territorios y países completos, minerales, tierras raras, quizás en un futuro no muy lejano se sume el agua. La avaricia, motor de las guerras hace que millones de vidas sean despreciadas por quienes ostentan control y poder; por ellas – las guerras – se busca acumular siempre más y más riquezas, para dominar, sin importar el costo de vidas humanas, de la vida de diversa especies, ni la destrucción de los ambientes. Las negociaciones para lograr la paz así lo comprueban. El problema no es la riqueza en sí misma, sino cuanto el hombre destruye para lograrla. 

“No es rico el que tiene mucho, sino el que necesita menos para vivir contento”.  Es insensato vivir la vida para juntar tesoros para sí, lo que nos enseña el Evangelio es buscar ser «rico respecto de Dios» (Lc 12, 21). 

Que el Señor, el Maestro, nos enseñe a alejarnos de toda forma de insensatez, de necedad, que nos dé o fortalezca el don de la fe para que lo reconozcamos y le demos gracias; que reconozcamos a nuestro prójimo y propiciemos ambientes de justicia y de fraternidad.

+ Jorge Concha Cayuqueo, obispo Diócesis San José de Temuco