Escribe: Mons. Jorge Concha Cayuqueo, obispo Diócesis San José de Temuco.
La primavera siempre trae consigo un aire de renovación. Los campos comienzan a florecer, los árboles reverdecen y la vida, que parecía dormida en el invierno – aunque germinando en silencio – se renueva con fuerza. Al recorrer nuestras calles y campos nos darnos cuenta de que la naturaleza celebra una nueva oportunidad.
Pero la primavera no es solo una experiencia de la tierra: también es una invitación para el corazón humano. Así como se ven los brotes y se abren las flores, también en la vida espiritual podemos experimentar un renacimiento. La fe cristiana nos recuerda que cada día es ocasión para volver a empezar, para dejar que la luz del Evangelio ilumine nuestras sombras y nos impulse a vivir con alegría y esperanza.
Este renacer también nos invita a evangelizar, pero no de cualquier manera. La verdadera evangelización nace de la escucha. Primero, escuchar la Palabra de Dios, que alimenta el alma y nos señala el camino a seguir. Y luego, escuchar a los demás: sus dolores, sus alegrías, sus búsquedas y sus anhelos. Solo cuando prestamos atención al corazón humano podemos anunciar la Buena Noticia de manera más cercana y significativa. Evangelizar es poner el oído en la Palabra de Dios y el corazón en el prójimo.
En tiempos donde muchas veces predominan las noticias catastróficas y todo parece una rutina, la evangelización se convierte en esa primavera interior que transforma y renueva la vida. Anunciar la Buena Noticia de Jesucristo es como sembrar semillas de esperanza en el corazón de las personas, recordando que no estamos solos, que Dios camina con nosotros y que siempre hay un motivo para seguir, nunca solos, siempre junto a otros.
La primavera, no solo nos regala flores y colores, sino que nos inspira a abrir el alma, a reconciliarnos, a sonreír con más confianza y a tender la mano al prójimo. Así como la tierra se prepara para dar frutos, también la comunidad cristiana está llamada a dar frutos de solidaridad, diálogo, servicio y fraternidad.
Que esta primavera que comienza nos encuentre dispuestos a dejarnos renovar, a escuchar la voz de Dios y la voz de nuestros hermanos, y a evangelizar con cercanía y esperanza. Como nos recuerda Jesús en el Evangelio de este Domingo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque resucite un muerto” (Lucas 16, 31). La fe nace de la escucha, y quien se abre a la Palabra deja florecer en su vida la esperanza que nunca muere.







