Ayer sábado 4 de Octubre, se conmemoró la festividad de San Francisco, un día especial porque nos conecta particularmente con la naturaleza y nos recuerdan tradiciones en los campos de nuestro país, se colocan cruces y se bendicen las siembras de trigo como un signo de Esperanza. El Papa Francisco, sorprendió al mundo cuando eligió el nombre que lo distinguiría como Obispo de la Iglesia Universal por su simpleza y sencillez. Pero durante su vida, al igual que el Santo de Asís, dedicó continuamente grandes esfuerzos a convencer a todo el mundo, dirigiéndose principalmente a los gobernantes y poderosos, señalando que la naturaleza había que cuidarla por ser “la casa común” de todos.
Su trabajo en torno al cuidado de la Creación fue persistente e inagotable, está plasmado principalmente en su Carta Encíclica del año 2015 «Laudato si’, mi’Signore», que recuerda la alabanza de San Francisco de Asís (Alabado sea, mi Señor) al Creador, por todo lo que contiene la casa común, no solo el ser humano, sino por todo aquello que emana de la naturaleza y tiene vida creada por Dios.
En esta Carta nos recuerda que la creación, el medio ambiente, es un préstamo que Dios nos ha hecho para vivir bien y en armonía, entendiendo que de ello emana un sentido de uso y no de explotación exacerbada, porque cada generación hereda a la siguiente, porque la acumulación es innecesaria e inútil. Por el contrario, la solidaridad con la naturaleza, permite que sus riquezas (el agua, los bosques, la tierra y sus contenidos) puedan alcanzar a todos.
Laudato si’, sigue siendo iluminación para el mundo, no solo como pensamiento, sino como un llamado constante, un semáforo de advertencia, sobre la necesidad de cuidar la naturaleza en la hora del cambio climático del planeta, que día a día nos trae nuevas sorpresas. En esta carta el Papa de modo claro y enérgico, avalado científicamente, demuestra al mundo cómo la imperfección humana, presente en la toma de decisiones, aceleran su destrucción.
No se queda en el diagnóstico, promueve siete compromisos, plasmados como objetivos a considerar en decisiones que afectan de modo integral a nuestra casa común: 1)respuesta al clamor de la tierra; 2) respuesta al clamor de los pobres; 3)economía ecológica; 4)adopción de estilos de vida sencillos; 5) educación ecológica; 6)espiritualidad ecológica; 7) compromiso comunitario y acción participativa. En nuestra región, cada uno ocupa un pedacito de la casa común, por lo que debemos hacernos parte y apropiarnos de este llamado, de modo de construir desde ahí la fraternidad, respetando la solidaridad de la naturaleza hacia nosotros al compartir sus frutos y bellezas.
Evitemos la explotación sin control, los recursos no son perennes. La economía de la acumulación y el desecho es una falsa cultura, reutilicemos, reciclemos, protejamos nuestros recursos naturales. Desarrollemos una política de cuidado en sintonía con el medio ambiente, asumamos la ecología de la vida cotidiana en nuestra cultura local. Podemos aprender mucho de la espiritualidad de los pueblos originarios, en nuestro caso de la espiritualidad mapuche, que es profundamente ecológica, cuya filosofía de vida integra el valor, cuidado y respeto de todos los seres vivientes. Junto a San Francisco, que nos enseña que la creación es un don que debe ser amado, cuidado y admirado, pidámosle a Jesús: «Oh, Señor, haz de mí un instrumento de Tu paz».







