Un hondo pesar embarga a la comunidad de Temuco tras la partida de Corina Concha, ejemplo de fe, valentía y compromiso cívico, una mujer cuya vida estuvo marcada por una fortaleza admirable, con una fuerza interior tremenda y una gran capacidad de resiliencia ejemplar.
Durante cuarenta años permaneció postrada a causa de una artritis severa que, con el tiempo, se agravó con otras enfermedades. Sin embargo, nada de ello apagó su espíritu, por el contrario, Corina se convirtió en un verdadero testimonio de esperanza, amor a la vida y profunda fe cristiana.
Quienes la conocieron destacan su valentía, su sonrisa permanente y su inagotable deseo de seguir adelante, aun en medio de un sufrimiento prolongado. Mujer de mucha sensibilidad social, de responsabilidad cívica y amante de los animales, con una gran sensibilidad por el cuidado y protección.
Su vida trascendió las paredes de su hogar y llegó a diversos rincones del país, pues Corina fue reconocida por su responsabilidad y vocación cívica. A pesar de su condición, nunca dejó de cumplir con su deber de ir a votar, gesto que fue apreciado y respetado a nivel nacional. En más de una ocasión, su ejemplo inspiró a miles de personas y ella misma llamaba, con convicción, a no renunciar a las responsabilidades que unen a todos los ciudadanos.
Su compromiso no se limitaba al ámbito público. Desde su cama, Corina fue también un refugio de apoyo para muchas personas enfermas, ayudando a obtener insumos, gestionar beneficios y acompañar a quienes vivían situaciones difíciles. Su servicio silencioso y generoso la convirtió en un referente de solidaridad para vecinos y amigos que la rodearon durante tantos años.
Mujer de gran fe, de gran amor a Dios y especial devoción por la Virgen María, Corina supo transformar su dolor en un camino de amor y entrega.
La Eucaristía en la que la comunidad se reunió para despedirla fue presidida por monseñor Jorge Concha Cayuqueo, obispo de Temuco y hermano de Corina, quien agradeció con emoción la compañía de quienes se acercaron a rezar por ella y recordar su vida. En sus palabras, destacó “a una gran mujer, una luchadora incansable, cuya fe y fortaleza permanecerán como un legado para la comunidad y para todos quienes la conocieron. Una mujer de gran optimismo, de mucha fuerza interior y sentido del humor, nunca la vi triste”.
La comunidad manifiesta con mucha gratitud ante la memoria de esta mujer extraordinaria, que transformó cuarenta años de enfermedad en un testimonio luminoso de esperanza y amor al prójimo, siendo una mujer que deja una huella imborrable en su familia, en su barrio, en su Iglesia y en todos aquellos que fueron tocados por su ejemplo.
Con la certeza de la fe, sus seres queridos confían en que ahora Corina, liberada de todo dolor, descansa en el Reino de Dios y disfruta de la vida eterna, donde la luz de Cristo resplandece sin ocaso, concluyó don Jorge.
La Misa de exequias, también acompañaron muchos sacerdotes y diáconos, en el Templo Catedral donde la comunidad le dio un último adiós.































