Cada día la humanidad de la que formamos parte, se nos muestra contradictoriamente confusa, progresando constantemente entre claroscuro, porque por un lado la tecnología avanza a pasos agigantados, tanto que ya supera al ser humano en precisión técnica para intervenir su condición tanto biológica como psíquica y mental, al igual que su entorno inmediato e intervenir aquello extra planetario. El desarrollo fascinante del mundo de las comunicaciones nos permite, en un mismo instante, vincularnos con personas que están a distancias extremas y percibir su cercanía. Ese progreso que parece no tener límites, va influyendo y cambiando el modo de pensar y sentir de las nuevas generaciones.
Pero junto al progreso técnico y virtual, como personas, hijos de Dios, estamos transitando por caminos sombríos, inciertos, de confrontaciones de poder sin destinos, que se manifiestan en guerras por el control de riquezas, territorios y de los propios pueblos.
¡Qué distante está la paz que casi todos anhelamos!, tanto para nosotros mismos como para la humanidad. La PAZ no es un bien que se pueda comprar, aunque a veces se intente; tampoco es una condición estática, que fluya del entorno como algo natural; es un “estado” que se debe construir constantemente, al que todos estamos llamados a aportar en las diferentes esferas, partiendo por nosotros mismos, la familia y el entorno, no solo social. Las limitaciones humanas frecuentemente ponen piedras en el camino hacia la paz, son piedras evidentes, sobre todo cuando se busca el poder a ultranza, ello provoca y aumenta los desequilibrios en las sociedades. El Papa San Juan Pablo II, decía que “la paz no es simplemente la ausencia de guerra, sino un estado de armonía que se construye sobre la justicia, el respeto a los derechos humanos, el diálogo entre culturas y religiones, y el compromiso solidario de todos por el bien común”.
Todos necesitamos ese estado de armonía, hoy es un clamor a nivel mundial, en el país y la región. Necesitamos poner “ahora” la PAZ como tarea de construcción para un buen futuro, ello nos reta a desterrar de nuestro corazón y mente, aquellos elementos que son contradictorios y destruyen la Paz. Hay condiciones que ya no se pueden soslayar: a) Quienes son líderes responsables de nuestras sociedades, de nuestros pueblos y comunidades deben “ser ejemplos y educar para la paz”, basándose en el diálogo intencionado en la escucha del otro; b) Hablar “desde la paz”, no desde la confrontación, la rencilla y menos el odio. c) No separar la paz de la justicia. Por ello apelo a las personas de buena voluntad para que día a día trabajen por la paz; a quienes conformamos diferentes religiones, espiritualidades o credos, en especial a los cristianos, por nuestro compromiso con Jesús, debemos “orar mucho para que la paz, vuelva a ser un valor en el anhelo humano”. Que nuestro actuar sea siempre un aporte para la paz. Eso nos obligará a que en todos los ambientes de relaciones, volvamos a decidir desde el corazón, para avanzar en verdad, respeto y justicia, solo así alcanzaremos la paz “Felices los que trabajan por la paz”.
+ Jorge Concha Cayuqueo, obispo Diócesis San José de Temuco







